Hasta que un miércoles se despertó a las 6.34 de la mañana. Demasiado temprano para Henry Zimmerman. Su sombra estaba sentada en el borde de la cama.
- Te dejo -le dijo su sombra.
Zimmerman se incorporó apoyándose sobre un codo y estudió a su sombra con la mirada. Parecía más pequeña de lo normal.
- ¿No eres feliz? -le preguntó a su sombra.
- No.
- Entonces, deberías irte.
La sombra de Zimmerman vaciló y, de manera casi imperceptible, asintió con la cabeza. Se puso en pie, cruzó el dormitorio y cerró la puerta al salir.
Henry Zimmerman se había convertido en el Hombre sin Sombra. Esa noche le preparó a su mujer unos fettuccini alfredo. Era la primera vez que cocinaba para ella en dos años y medio. Bebieron vino y la hizo reír. Antes de irse a la cama abrieron una segunda botella.
El Hombre sin Sombra empezó a salir a correr, y algunas tareas domésticas como pasar la aspiradora le resultaban casi divertidas. Algunos días especialmente soleados, el Hombre sin Sombra mira al suelo y repara en la ausencia de su sombra. La recuerda con cariño y, durante unos segundos, se pregunta dónde estará.
Pero tampoco es algo que le suceda demasiado a menudo..."
Andrew Kaufman. Todos mis amigos son superhéroes.